Comprar o vender…esa es la pregunta. Como diría, casi, el viejo Shakespeare. No deja de ser una pregunta tremenda en días tan teatrales.
“Si no sale Piñera, las acciones van a caer” era las líneas del parlamento del Mercado, incluido el Presidente de la Bolsa, que equivocó, el verbo pero no el argumento. “Una inaceptable Campaña del Terror, que amenaza con la billetera a los votantes” dijeron a coro los detractores.
En el día D, Piñera saca 10 puntos menos de lo esperados y las acciones caen 6%, sólo por la perspectiva de una reñida segunda vuelta. Los detractores, en lugar de reconocer el error, reconfirmaron su curiosa tesis: “Partió la Campaña del Terror. Los inversionistas venden para espantar a la gente”.
La Campaña del Terror es una tontera de gente que no entiende o no quiere entender. Este aperitivo post primera vuelta sólo prueba el punto: Las acciones caerán firme si Piñera no gana. Esto no tiene nada de ideológico ni teatral. Es, de hecho, la esencia misma de las finanzas. Si aumenta el riesgo, disminuye el retorno, o, peor aún, pasan ambas cosas al mismo tiempo, los precios deben caer. Da lo mismo dónde esté su corazón: Los inversionistas, al momento de comprar o vender casi siempre le hacen caso a su cabeza. A veces a su guata. Pero nunca al corazón. Por eso la cosa es simple. Gullier implica una combinación de mayor riesgo y menor retorno. Eso los mueve a vender y empujar hacia abajo los precios.
Esto no tiene tanto que ver con las personas detrás de la candidatura, sino con las propuestas que la inspirarían, de acuerdo, además, a sus propios discursos y sus propias líneas.
Si bien no hay programa aún, es bastante obvio que las políticas económicas de una candidatura de NM – DC + el Frente Amplio no serían precisamente diseñadas para encantar al mercado ni al sector privado. Más impuestos, volver a cambiar el sistema tributario o una Asamblea Constituyente no son exactamente un guión preparado al gusto de los inversores.
Sólo como ejemplo tomemos el Fin de las AFPs. En acciones locales las AFPs manejan cerca de USD 22.000 millones en forma directa. Algo así como el 11% de la capitalización del IPSA.
Dado que el 45% de las acciones se transa en Bolsa (el resto está en manos de sus dueños), su eliminación automáticamente saca del juego 1/4 del poder de compra del mercado.
Pero, sigue este dramático razonamiento, la cosa puede ser peor. En un mundo sin AFPs, qué hacemos con las acciones. ¿Venderlas como claman los voceros de No+ AFPs, que consideran impresentable que se financie compañías con plata de los trabajadores?. Si la respuesta es afirmativa, simplemente no hay compradores suficientes de todo ese montón de acciones. Piense en cualquier mercado: Si 1/4 de los vendedores de acciones, de autos o de paltas se les ocurre vender al mismo tiempo se genera un exceso de oferta que hace que los precios perforen el suelo. Parece de locos y de seguro las cosas se harán mucho mejor. Pero esta preocupación, sumada a otras mucho más probables, como el deterioro de los resultados por los factores ambientales, los mayores impuestos, etc., haría bajar los precios.
Así las cosas, y en ausencia de mayor información, el escenario es incierto.
Como a las encuestas, si las hay, nadie les creerá, los inversionistas estarán con los nervios de punta. Parte de la solución pasará por clarificar las ideas y los programas para que sean incorporados a los precios. Esa es la tarea del comando de Gullier.
Así las cosas muchachos, no queda otro consejo que ajustar los cinturones y recalibrar las carteras en base a la real tolerancia al riesgo. Habrá volatilidad. Los menos valientes venderán el último día e irán a votar con los dientes apretados. Si Piñera pierde, saldrán corriendo a la puerta de salida. Esa que siempre se hace chica cuando todos quieren salir. Si gana, se perderán el rally de alivio. En ambos casos, recordarán al viejo Shakespeare :“Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos” (Hamlet).