Vaya problema se le creó a Mariano Rajoy con la mutación de la revuelta en Cataluña. Un asunto viejo, que venía desarrollándose a paso firme y sin nadie que lo advirtiera ni le tomara la atención que merecía. Y al final —uno podrá estar en desacuerdo o no con el manejo del Gobierno central de la crisis, particularmente con su Presidente—, la zalagarda independentista, como remarcó el Financial Times, se convirtió en la mayor crisis política del país desde 1981.
Con Carles Puigdemont y cuatro de sus exconsllers en el purgatorio belga, las aguas se han aquietado a la espera de los resultados del salvavidas de Rajoy: las elecciones autonómicas del próximo 21 de diciembre. A pesar de que la jugada llegó justo a tiempo, sea cual sea el resultado de esta votación los bandos en pugna debieran cuidarse de ese barranco llamado optimismo. Con todo lo que ha destilado este conflicto, cuesta creer que las autoridades centrales y catalanas tengan algún atisbo de los caminos a seguir.
Por cierto que España no es la Roma de la confusión. Un poco más al norte, el Reino Unido sigue sin controlar la borrasca que se desató el 23 de junio de 2016. Un buen ejemplo puede tomarse de la intervención del pasado martes 14 del parlamentario Ken Clarke. “Yo soy el rebelde. Apoyo las medidas que el Partido Conservador ha seguido durante los 50 años que he pertenecido a él. Hasta que tuvimos un referéndum hace 18 meses y todavía no he visto la luz”.
Y es que el Brexit devino en un verdadero túnel sin salida. “Desde luego que el referéndum fijó que la mayoría quería dejar la Unión Europea”, continuó Clarke en su discurso, “pero nada más. Y como nadie esperaba que ganara el Leave, incluyendo a sus abanderados […] De hecho, nadie presto atención alguna a lo que leaving verdaderamente significaba, en términos prácticos, legales, de política económica, acuerdos de negocios, que es el deber de esta Casa de debatir”. Period.
Hay más ejemplos de la misma tesitura que no viene al caso mencionar. Y todos, expertos y charlatanes, papers y redes sociales, analizan y debaten y sacan conclusiones que se discuten y que vuelven a ser estudiadas. Sería un buen ejercicio buscar cuándo comenzó a fundirse la estructura, pero así están los tiempos y frente a eso no hay mucho que hacer. Si hasta a Mugabe parece que se le acabó la cuerda.
Pero hay algo que tal vez sí convenga despejar de este bosque. Y es que si bien es innegable que las sociedades —en todas partes— se han vuelto más complejas, con la tecnología jugando un rol crucial en esta transformación y en las decisiones de los actores, una parte significativa de estos problemas que no encuentran solución parece provenir más de chambonadas de algunos que de las entrañas de un cambio de paradigma colosal. Lo de Cameron fue un error de cálculo histórico. Hace un año, el problema de Rajoy era que no conseguía formar gobierno. Quién iba a anticipar que un par de meses después tendría que lidiar contra la fractura misma de España.
Vivimos tiempos revueltos en donde el debate público es arrebatado constantemente por el titular más provocador. La reflexión y el tiempo, tan necesarios a la hora de debatir y comprender, parecen extraviados. Mas guste o disguste, bueno o malo, esas son las condiciones para navegar. Y estas embarcaciones demandan líderes ágiles que hoy y mañana experimentarán retos inesperados.
Olvídense de las alegorías: puede que no sea una mala idea tenerlo presente este domingo.