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¿El triunfo de la moderación? por Héctor Soto

“A los partidos de centro les va bien en contextos de gran polarización, como la que existía en Chile a fines de la dictadura, y que llevó a que a comienzos de los años 90 casi el 40% del electorado se identificara con la DC. Hoy el contexto es distinto”.

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11 Agosto, 2017

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Precisamente en momentos en que está a punto de debutar el nuevo sistema electoral, llamado a levantar los cepos que establecía el binominal sobre la voluntad ciudadana, el centro político parece estar contra las cuerdas.

La DC no remonta y su abanderada, a pesar de sus reivindicaciones a la ética, sigue diluyéndose. Ciudadanos y Amplitud, que han estado intentando levantar una carpa en esos parajes, firman un pacto que difícilmente logrará mover las agujas. Al parecer, los partidos políticos centristas, que esperaban salir fortalecidos con la proporcionalidad, tendrán que seguir esperando y de momento lo único nuevo en la escena política no viene del centro sino de la izquierda, de la izquierda dura, del Frente Amplio, coalición que viene a disputarle al eje PS-PPD-PC el protagonismo en este sector.

Una hipótesis de lo que está ocurriendo es que la sociedad chilena está mucho menos polarizada de lo que creen los analistas políticos.

A los partidos de centro les va bien en contextos de gran polarización, como la que existía en Chile a fines de la dictadura, y que llevó a que a comienzos de los años 90 casi el 40% del electorado se identificara con la DC. Hoy el contexto es distinto.

Si bien la elite, la clase política, se ha estado radicalizando en forma sostenida desde el 2010, la gente, el país real, ha estado más bien al margen de ese proceso. En general la ciudadanía sigue siendo básicamente moderada y la candidatura que mejor lo ha entendido es la de quien hasta el momento aparece con mejores perspectivas de llegar al gobierno.

Esa misma moderación será la que debiera obligar en algún momento a la candidatura de Guillier, para los efectos de calificar electoralmente en noviembre próximo, a templar su instinto rupturista con el modelo y a reivindicar el legado socialdemócrata que coexistió durante años con la pulsión revolucionaria de la izquierda chilena. En medio de estas dos opciones, hay poco espacio para la DC. Sí podría haberlo, sin embargo, para una izquierda de uñas más afiladas y a eso es lo que está apostando el Frente Amplio con Beatriz Sánchez.

Nadie sabe para quién trabaja. La vieja Concertación, que nació, vivió y murió predicando contra el sistema binominal, y la Nueva Mayoría, que es la que finalmente lo desmanteló, vuelven a enfrentarse a un escenario que no es el que imaginaron. Hoy hay más partidos y más candidatos. Pero el futuro del país sigue jugándose entre una centroderecha moderada (y esta vez muy unida) y una centroizquierda confundida, dividida, desmotivada y errática. La que Goic, Guillier y Sánchez están intentando reivindicar a pedazos.

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