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Héctor Soto: Un Estado sobregirado

Una columna que hace un profundo análisis de cómo los gobiernos fracasan en anticiparse a las prioridades nacionales.

Por:

14 Julio, 2017

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Si hay algo que la agenda pública deja en claro en el último tiempo es que la política y los gobiernos fracasan al momento de anticiparse a las grandes prioridades nacionales.

El actual gobierno, que llegó a La Moneda con un pésimo diagnóstico, quemó prácticamente todas sus naves en aras de una promesa que no pudo cumplir –ofrecer educación superior gratuita y de calidad a todos los estudiantes- y a muy corto andar se encontró con masivas demandas ciudadanas que no había previsto. La primera fue en el ámbito de las pensiones, donde no había que ser muy agudo para advertir que se había incubado un problema mayúsculo. La segunda vino del mundo mapuche, que el gobierno ha intentado contener con reconocimientos y palabrería, pero sin mayores beneficios tangibles. La última que ha estallado proviene del Sename y de la indolencia con que el Estado se hace cargo de la infancia y la juventud vulnerable o desvalida.

Estas manifestaciones han sorprendido al gobierno con cero margen de maniobra. El aumento del gasto del sector público consumió todos los ingresos que generó una reforma tributaria que en último término recaudó mucho menos de lo previsto, entre otras cosas porque contrajo el crecimiento. Y no queda un solo peso para afrontar los nuevos requerimientos.

La verdad es que la orgánica del Estado chileno está haciendo agua por todos lados. Y aunque el Estado sigue fracasando en funciones intransferibles –como en seguridad pública o en las atenciones de salud- hay quienes todavía presionan para que asuma día a día mayores responsabilidades. El desenlace de esta presión será fatal: si el Estado en la actualidad no está cumpliendo bien las funciones que ya tiene a su cargo, peor lo hará cuando se le carguen responsabilidades adicionales.

Se le mintió al país cuando se le dijo que el Estado podía hacerse cargo del bienestar de todos los chilenos. Esa promesa populista demostró estar completamente sobregirada. Y tal como un cheque sin fondos, le rebotó en el rostro al gobierno que la hizo.

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