Gonzalo Restini: Por qué soy Neoliberal (A mucha honra)
Un manifiesto que demuestra con hechos la defensa de un modelo del que muchos se han quejado, y como dice: “Chile ha progresado más que nunca en su historia”.
Corría 1986. El bus de Viaje de Estudios avanzaba hacia el norte y hacia la noche. Hablábamos de política y de economía, sin entender mucho de ninguno de las dos. “Yo quiero lo mismo que ustedes. Sólo creo que ésta es una mejor manera de lograrlo”, dije.
Los ojos de mis amigos se abrieron como platos. Yo sentí satisfacción. Había logrado abrir una grieta en el “Gran Argumento”, el que los Sánchez, los Mayol y los autoflagelantes siguen repitiendo hasta hoy y que funda toda su lógica: los que defienden el modelo neoliberal lo hacen por su propio interés.
La idea tiene asidero cierto histórico. La antigua derecha conservadora buscaba defender un status quo, en que los ricos mantenían sus privilegios y los pobres sus miserias. De esta forma, como los neoliberales tienden a ser de derecha, los defensores del modelo sólo buscan proteger su propio interés. Son parte de los privilegiados y no quieren cambiar, egoístas e insensibles al sufrimiento ajeno.
Esto es, sin embargo, una gran trampa. El neoliberalismo poco tiene que ver con las motivaciones de la derecha oligárquica. A la inmensa mayoría de quienes defendemos el modelo sí nos importa la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades. Queremos que todos progresen. De esta forma, si los Sánchez y los Mayol son sinceros en sus objetivos, estamos de acuerdo en los fines últimos. Diferimos eso sí, radicalmente, en la forma de lograrlo. Y por una sencillísima razón: un modelo funciona y el otro no.
Hace 30 años argumenté que el neoliberalismo (del cual no sabía ni el nombre) era una mejor forma para progresar y hacer crecer la torta para todos, ricos y pobres. Para generar y compartir prosperidad, había que dar libertad, promover la creatividad y el emprendimiento.
La alternativa era un juego de suma cero. Chato y gris. Repartir para estar todos más iguales y estancados, sin incentivos para levantarse ni para soñar. Aplastados por el Estado que ocupa todos los espacios y no hace casi nada bien.
Afortunadamente, los últimos 30 años han jugado abrumadoramente a mi favor en la discusión. La superioridad del capitalismo se ha comprobado experimentos reales a enorme escala: Alemania Oriental v/s Alemania Occidental, Corea del Norte v/s Corea del Sur, China cambiando de sistema y pasando de la edad media a potencia mundial.
Por el contrario, la evidencia en contra de los modelos alternativos es demoledora. No han sido capaces de parar ni un solo caso de éxito, ni siquiera en socialismos más o menos descafeinados: Cuba congelada en el tiempo y la pobreza, Venezuela arrodillada, Argentina asfixiada lentamente.
Al mismo tiempo y para nuestra suerte, con este modelo del que tanto se quejan, Chile ha progresado más que nunca en su historia. Su economía es 5 veces más grande, el chileno promedio es 10 veces más rico ajustado por poder de compra y la pobreza cayó de cerca de 60% a menos del 10%. Incluso la desigualdad ha caído como piedra, según lo reconocen los progresistas Eduardo Engel y el PNUD en su reciente publicación.
“These are the hard facts” . El que no sepa reconocerlos, en palabras de Mayol, “no entiende nada”, porque se han cumplido sus propios objetivos. La rabia que se desprende del “Gran Argumento”, la sospecha de la defensa por propia conveniencia, les impide reconocer un milagro imperfecto pero impresionante. Y así, lo critican ácidamente por sus defectos, sin ser capaces de proponer ninguna alternativa realista.
Hace 30 años, en ese bus nocturno, defendí el neoliberalismo como el mejor sistema para sacarnos de la pobreza y la injusticia. Hoy lo sigo haciendo, pero con el sólido y orgulloso aval de los hechos: Los años más exitosos la historia de Chile.
Vía: Pulso