La DC en el precipicio
Matías Rivas hace un agudo análisis del partido político que está, a su juicio, muy lejos de los logros políticos que tuvo en el pasado.
Al observar las ganas, el entusiasmo y el despliegue de la candidatura de Carolina Goic la pregunta de rigor es por qué no prende en las encuestas. Es una mujer directa, que se siente a gusto en su posición. No obstante, no sube la adhesión a su candidatura por más laguistas que acerquen.
Carolina Goic dice tener el voto de los militantes Demócratas Cristianos, pero no se refiere nunca al mundo de centro que dice representar. En parte, porque ese electorado se ha disuelto o dividido. Unos han pasado a la derecha y están más cerca del liberalismo, mientras que otros siguen creyendo en poner mayor énfasis en el aparato del Estado y sus beneficios para la sociedad.
La DC se ha convertido en un partido bisagra. Son los que hablaban en nombre de la moderación, sin embargo lo hacen con rabia, como verdaderos fanáticos de los consensos. Algunos todavía hablan en nombre del humanismo cristiano, que es una ideología sin raigambre alguna ni peso en la sociedad, pese a la cantidad de personas van a misa cada domingo. Los pensadores del humanismo cristiano han pasado a la historia en calidad de filósofos de tercer orden. Los DC en otras sociedades han ido mutando hacia la derecha.
La DC chilena, en cambio, lleva años de falta de sintonía con la sociedad por su exceso de resquemores en asuntos que la mayoría de las personas tienen asumidas en sus vidas íntimas. Se han convertido en un partido pacato en un país cada vez más libre. Desean ponerle freno de mano a una realidad líquida en la que corresponde surfear.
Las imágenes que proyecta la DC a veces parecen una reunión de apoderados, una kermeses de hombres maduros con escasas mujeres. ¿Dónde están los jóvenes? ¿Partieron a inscribirse a Revolución Democrática en masa?
Quizá la falta de adhesión de la candidata se debe al pasado reciente de la DC. Sus partidarios más encumbrados desataron estos años en una efectiva lucha contra las libertades individuales: el aborto les causa problemas; fue Jorge Burgos quien impulsó la más férrea agenda contra la revisión de la Ley 20.000, además de ser el autor y promotor leyes consideradas un retroceso en los derechos de las personas. Me refiero a la detención preventiva, que en nada ha ayudado a mejorar la seguridad ciudadana y mucho en promover la discriminación.
Tienen en la actualidad a un ministro del interior, el señor Fernández, con evidentes ribetes chaplinescos cuando trata de expresar cualquier tipo de idea, apoyo o indignación. Mientras Mariana Aylwin se ha desplegado como una avezada política conservadora. A ellos se suma la señora Alvear y su marido, el señor Martínez, que gozan de una visión del país anclada en una idea de la clase media que es provinciana y chata. En definitiva, las cúpulas DC subestiman a quienes dicen representar, y hacen de sus prejuicios un dilema político.
La candidata Goic tiene el peso en sus espaldas de correligionarios como los anteriores, que son a ojos de cualquiera más cercanos a la derecha. Esto hace que su candidatura tenga un olor azumagado y ambiguo. Pero lo que más llama la atención es la insistencia de las voces de la DC por hablar exclusivamente de ingeniería política. No les hablan a los chilenos, sino que a sus correligionarios u opositores. No presentan propuestas concretas ni entusiasman con palabras que peguen en alguna zona sensible. Ni siquiera en temas obvios como delincuencia, salud, trabajo y crecimiento económico han dicho algo que haya quedado. Y si aluden a su visión valórica, mejor ni hablar, ya que se ponen de inmediato junto a la derecha menos liberal.
La DC abandonó la vocación de mayoría para convertirse en un club de tibios. Ha construido una candidatura en base a reclamos al gobierno y movimientos tácticos. El esfuerzo por seducir al electorado está fuera de sus prioridades. Quizá sus príncipes están demasiado satisfechos con haber zafado de la Nueva Mayoría. ¿Con eso les basta? Si es así, que se preparen para un camino pedregoso fuera del poder y lejos de sus logros pasados.